La verdad es que, aunque me duela mucho decirlo, términos como bandera, escarapela, himno, Patria, carecían de demasiado significado para mí. ¿Por qué? No sé. Tal vez desilusionado por la clase dirigente. Enojado con los militares que levantaron sus armas contra el pueblo; asqueado de los políticos miserables y mentirosos que nos han gobernado –y lo siguen haciendo- en los últimos años; indignado al ver dirigentes gremiales que se preocupan más de engrosar sus cuentas bancarias que de defender los genuinos intereses de sus representados, los trabajadores. Peleado con una Patria que durante años me marginó de su sistema productivo, haciéndome pagar muy caro el más grave de los delitos que alguien puede cometer en este país: atravesar la edad de los treinta o treinta y cinco….
Todo eso fue llevándome lenta pero implacablemente, a vivir una apatía patria como no recuerdo que me haya ocurrido antes.
No fue la experiencia de otros tiempos. No fue con el fervor de aquellos años en los que con la escuela o los boys scouts ensayábamos orgullosos durante horas y días, para no equivocar el paso al ritmo del “izquier derecha izquier….”. De haber llovido, tal vez no hubiese dejado la pieza del hotel. Pero no fue así. El día estuvo muy lindo y me lancé decido a la calle.
Los militares servían chocolate caliente al público presente, mientras unas jóvenes damas obsequiaban madalenas decoradas con los colores de la enseña patria. Una pareja criolla hacía guardia de honor con sus mejores pilchas frente al monumento del prócer y todo estaba listo para el comienzo del desfile.
Después de mucho tiempo, yo lucía orgulloso una hermosa escarapela tejida. No es poca cosa para mi primer 25 de mayo en Jujuy…
Después de mucho tiempo, yo lucía orgulloso una hermosa escarapela tejida. No es poca cosa para mi primer 25 de mayo en Jujuy…
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